Los orígenes del conflicto intergeneracional en la empresa familiar
La convivencia entre generaciones en ocasiones puede vivirse con tensión. Familiares que ocupan puestos de responsabilidad pueden discrepar con frecuencia, incluso delante de sus equipos, creando un ambiente de incertidumbre. Cuando esto sucede, hay la sensación de que “no tiene solución”, pero sí la tiene.
La experiencia muestra que estos desencuentros no surgen solo por diferencias de criterio. Detrás hay emociones, expectativas heredadas, recuerdos del pasado y formas distintas de vivir el poder y la autoridad. En definitiva, una mezcla compleja que desdibuja los límites entre la lógica afectiva de la familia y la lógica profesional de la organización.
Cuando estos planos se confunden, el impacto es doble: inseguridad en las personas y desestabilización en la empresa. Por eso, antes de avanzar hacia soluciones, conviene reconocer los factores que suelen originar el conflicto y trabajar sobre ellos con método y respeto.
Tres fundamentos para mejorar la convivencia
Para empezar a reconducir la situación, es útil apoyarse en tres premisas que funcionan como pilares de una convivencia más sana y profesional en la empresa familiar.
- Separar la realidad familiar de la realidad empresarial
Las jerarquías afectivas de la familia no son las mismas que las jerarquías funcionales de la empresa. La sobremesa de domingo no es el consejo de administración.
Entender que cada espacio exige un rol distinto ayuda a evitar malentendidos y a mantener las conversaciones adecuadas en los foros adecuados.
- Diseñar un sistema de gobierno y dirección con roles bien definidos
El “aquí lo hacemos así” no basta para gestionar una empresa familiar en crecimiento. La gobernanza profesional requiere órganos claros, procesos establecidos y formación.
Formarse en escuelas de negocios y adoptar buenas prácticas evita la improvisación y aporta rigor a la toma de decisiones.
- Impulsar una comunicación transparente y documentada
Muchas discusiones nacen de la falta de registro en las reuniones: decisiones que “se dijeron” pero nadie anotó, instrucciones verbales sin seguimiento, acuerdos que se olvidan con el tiempo.
Incorporar agendas, actas y mecanismos de seguimiento permiten tomar decisiones, avanzar sin confusiones y reportar con rigor.
Estas tres premisas no solo ordenan la convivencia; preparan el terreno para algo más ambicioso: transformar el conflicto en colaboración. Identificar los factores que provocan las tensiones permite luego desarrollar procesos adaptados a cada situación.
En el próximo post exploraremos cómo trabajar desde esta base para pasar de la confrontación a la construcción conjunta entre generaciones, asegurando así la continuidad de la empresa familiar.
Adaptación de un post publicado originalmente en el Blog de empresa familiar del IESE.
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